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miércoles, 5 de enero de 2011

Algunas reflexiones sobre el difunto 2010.

El final de cada año ofrece a todos los seres humanos la oportunidad de reflexionar sobre los objetivos que fueron alcanzados y aquellos que continúan pendientes. De igual forma, cada nuevo ciclo resulta un buen pretexto para plantearse nuevos propósitos. Es por eso que observamos los primeros días de enero de cada año a más personas haciendo ejercicio en los parques, asistiendo a visitas culturales, mientras las librerías reciben nuevos lectores potenciales, entre tantas otras actividades. Todo lo anterior como parte de las intenciones del nuevo año en el que la gente busca comenzar de cero en el desarrollo o fortalecimiento de nuevos hábitos que faciliten la consecución de los resultados esperados.

Tanto para los países como para los seres humanos, la historia pesa y condiciona sus rumbos y destinos, por lo que es preciso analizar aquellos aspectos que deben ser corregidos y mejorados, aquellas omisiones en nuestro actuar, así como aquellas decisiones acertadas, todo ello para alcanzar un mejor desempeño a lo largo de un nuevo periodo de tiempo. De ahí la necesidad de analizar y reflexionar en torno a los más importantes acontecimientos que tuvieron lugar en 2010.

A nivel nacional, la recuperación económica mexicana fue de lo mejor en el año. Después de un desastroso 2009 en donde la riqueza de nuestro país cayó más del 5% como parte de la crisis financiera internacional, los augurios para 2010 no eran prometedores. Aun así, la recuperación de nuestra economía fue muy significativa. El PIB de México creció 5% y las expectativas de crecimiento para los siguientes años aumentaron de igual forma. La Bolsa Mexicana de Valores cerró el año con un nuevo máximo histórico, con lo cual su rendimiento anual fue de alrededor del 20% y, por último, quizás como el indicador más importante de la recuperación, el IMSS reportó al cierre de 2010 la creación de casi un millón de nuevos empleos formales, con lo que se registró un nuevo máximo histórico en el número de empleos registrados en el país. Esta plataforma de partida podría potencializarse en caso de que el legislativo federal emprenda las grandes reformas pendientes, mismas que permitirían a México crecer de manera sostenida, incluso a tasas superiores, por varios años más.

A nivel local, la alternancia en Puebla resulta esperanzadora. La competencia política seguramente traerá mejores gobiernos, por lo que nuestro estado está llamado a despertar de su largo letargo. De igual manera, la elección del pasado 4 de julio creó un capital social considerable, y anteriormente inexistente. La participación ciudadana en la elección se acercó al 60% (cifra histórica dentro de una elección local) y surgió una nueva sociedad civil organizada y ajena a los intereses del poder. El reto consiste en que esta ciudadanía se mantenga activa, más allá de los calendarios electorales.

Las grandes alianzas electorales sentarán un nuevo precedente en la forma de hacer política en México. Más allá de las diferencias ideológicas, ha quedado claro que, con voluntad, generosidad y diálogo, la construcción de acuerdos siempre será posible. El caso de Puebla y Oaxaca pueden servir como ejemplo de coaliciones que dejaron de ser electorales y fueron también gobernantes. De muchísima utilidad servirían estas coaliciones si pudieran ser trasladadas al legislativo federal, fungiendo como antídoto ante la parálisis actual. Temo, sin embargo, que otra consecuencia no deseada de estas alianzas sea precisamente el bloqueo sistemático del PRI a todas las iniciativas legislativas del Presidente, dado el malestar que les generó su derrota electoral en diversos estados durante 2010.

Lo más lamentable del 2010 fue sin duda alguna, la violencia generada por el crimen organizado. Los asesinatos de estudiantes y migrantes centroamericanos, así como la indignante muerte de la activista Marisela Escobedo duelen profundamente al país. La detención de importantes capos del narcotráfico como la Barbie y el Grande no son suficientes para salir del problema y, peor aún, las grandes reformas institucionales siguen pendientes. La policía de mando único estatal continúa incomprensiblemente atorada en el Senado, la reforma para la Extensión de Dominio no se ha generalizado en el país y los juicios orales han sido incorrectamente implementados, tal como lo demuestra la absolución del asesino de la hija de Marisela Escobedo quien, pese haber confesado su crimen, fue considerado inocente por sus tres jueces en Chihuahua.

El reto en este sentido consiste en que la indignación y el desencanto ciudadano se traduzca en eficaz exigencia y vigilancia respecto al actuar gubernamental, a fin de generar mejores políticas públicas a nivel local y federal. La solución no puede dejarse únicamente en manos de las autoridades.

Mario Riestra

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