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jueves, 3 de febrero de 2011

Hablar callando...

“Escribir es la única manera de hablar callando…”, frase del novelista francés Pascal Quignard que bien podría resumir la relación prensa-gobierno a lo largo del sexenio que ayer llegó a su fin.

El gobierno de Mario Marín —nadie lo duda— ha sido el más infausto de la historia de Puebla. Un sexenio marcado por el nepotismo, el compadrazgo, las imposiciones, la megalomanía, los excesos, los abusos, la soberbia, el descaro, el despilfarro, el cinismo, lo grotesco, la impunidad, la censura, la represión, el servilismo, la abyección y, en muchos de los casos, hasta lo ruin. Eso es, para mí, el gobierno marinista descrito en un párrafo.

Por supuesto que no faltará quien pretenda refutar y salir a la defensa de la administración marinista diciendo que “hubo mucha obra y se mejoró en infraestructura”, lo cual es parcialmente cierto. Mi cuestionamiento en tal caso sería: ¿es eso algo extraordinario?, ¿no acaso es la obligación de todo gobierno?, ¿no acaso es a lo que se comprometió en campaña?, ¿tiene algún mérito especial cumplir con una obligación? Es obvio que no.

Pero volvamos al origen de esta columna: “Escribir es la única manera de hablar callando…”, nada más cierto que lo anterior. Muchos, la mayoría de periodistas, empresarios y actores políticos hizo mutis a lo largo del sexenio ante las corruptelas del grupo en el poder, sólo un pequeño grupo de “locos, rebeldes, buscachambas, traidores, ojetes” (así nos calificaban) decidimos hablar en el momento oportuno acerca de lo que estaba viviendo Puebla.

Escribir fue, por tanto, nuestra manera de gritar acerca de las injusticias que percibíamos; otros, mientras tanto, tampoco se quedaban callados, sólo que de su boca y teclados salían puros loas y fanfarrias hacia el poderoso Marín. Parecía una lucha de locos; parecía que vivíamos en el estado del no pasa nada; y en muchos aspectos lo era: en Puebla no pasaba nada si no era con el consentimiento de Mario Marín.

Hoy, al término de esa dictadura, muchos parecen recuperar el habla y su sentido de crítica. Hoy es común escuchar a priistas diciéndole “gran legislador a Marín”, como también es común leer férreas líneas en varias columnas periodísticas llamando “góber precioso”, “chaparro”, “japonés” a Marín. ¿Recuperaron el habla? ¿La memoria? ¿La valentía? Quizá, pero lo que no recuperarán jamás será su dignidad.

Me quedo con la siguiente frase de Mario Alberto Mejía: (aunque me cae mal) “Un orgullo nos queda: lo que tuvimos que decir lo dijimos cuando Marín tenía el poder completo. Avasallarlo hoy, con el poder marchito, es todo un acto de cobardía…”.

en medio de la dictadura y la represión, mucha gente fue valiente y habló,

Hoy ha terminado un sexenio que será recordado por muchos años en Puebla, gracias a todos los calificativos arriba descritos. Como lo dije en alguna ocasión: el juicio popular es severo, y el juicio de la historia aún más. Veremos cómo sale librado de dichos juicios Mario Marín. La vida y el tiempo ponen a cada quien en el lugar que le corresponde…

Y este recuento va, para Delia Paredes, Nuestra presidenta, quien a la sombra  de Marín, se hicieron obras que ella se adjudica como propias pero que como administracion faltó el dinero, falto la obra y falto la humildad...

Adios Marin, si vas a regresar, pues regresa... lo que te robaste, y Delia, tambien.... regresen... lo que pretenden llevarse, (ya sean terrenos o vehiculos) pues la dignidad de Tlaltenango, esa jamas la podran regresar, es nuestra tarea recuperarla por nosotros mismos...

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