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martes, 1 de noviembre de 2011

La Cuenta final para humberto Moreira...

Las burlas personales de Humberto Moreira hacia el ex secretario de Hacienda y candidato del Presidente en la carrera interna del PAN, podrían ser los coletazos terminales de un político que arrancó mal y terminará mal.

Con su desempeño se ha hecho daño a sí mismo. Sin duda, también dañará al partido que preside.

Ayer Moreira llamó “chiquidrácula” a Ernesto Cordero, con lo que degrada el debate, cancela cualquier posibilidad de diálogo y refleja desesperación, porque el insulto no está en el léxico de un político profesional.

Desde que tomó posesión como presidente del PRI, Humberto Moreira quiso chacotear con el Presidente y hacer gracejadas a costa de su investidura y de su equipo.
Eso, lo sabe hasta un advenedizo, no se vale en México.
En el campo de las ideas se vale discrepar, denunciar, replicar, contradecir. Vivimos en una democracia y no hay problema por ello.

Pero con burlas al Jefe del Ejecutivo se lleva las de perder. Siempre. Independientemente de quien gobierne.

Somos un país presidencialista, en el que las formas sí importan.

A nadie, o a casi nadie, le gusta que un político haga mofa del Presidente. Y éste tiene la obligación de hacer respetar su investidura.

Las burlas y los chistes tienen su lugar en los medios de comunicación, en las caricaturas, la plaza pública, el teatro o el café.

Que Moreira se haya burlado de una peculiaridad física que él ve en Cordero, o que en su momento se haya puesto al tú por tú con Felipe Calderón, le va a costar.
¿Se olvidó el dirigente del PRI cuánto le costó a López Obrador llamar chachalaca al entonces Presidente Fox?

Si pensaba, aquí o en Coahuila, que podía tomarle el pelo al inquilino de Los Pinos y que no iba a pasar nada, ya habrá tenido el tiempo de comprobar que estaba equivocado.
Y si los hechos le han demostrado su error, ¿por qué insiste en ellos?

Además de lanzarle puyas con dicharachos a Felipe Calderón y ahora burlarse de Ernesto Cordero, Moreira trae temas que explicar.

Su explicación sobre la falsificación de documentos para contraer deuda para su estado, no ha convencido a nadie.

El enriquecimiento súbito y deslumbrante de su colaborador de apellido Chayres, no ha sido explicado.

Ahora viene el diluvio.

Si hay cuentas en el extranjero, van a aparecer.
Si hay flotillas de aviones a nombre de un piloto o de quien sea, van a aparecer.
Él podrá decir que es falso, y hasta puede tener la razón.

Pero de aquí a que se compruebe o demuestre lo contrario pasarán largos meses. Y la factura política la pagará el PRI.


¿Por qué se burla Moreira?
Un amigo me pregunta: “Imagínate el regreso del PRI al poder, pero ahora con legitimidad democrática, ¿cómo actuará un gobierno priista?” Mi amigo, con razón, afirma que en las épocas del autoritarismo los gobiernos tricolores tenían cierta “culpabilidad” por la falta de legitimidad democrática, lo cual los llevaba a recatarse. Si, por ejemplo, a la luz pública salía un escándalo de corrupción en un estado, los presidentes se preocupaban y de inmediato defenestraban al gobernador culpable. En algunos casos incluso metían a la cárcel a funcionarios de alto nivel para mandar el mensaje de que no eran tan corruptos como se pensaba.

Regresemos a la pregunta de mi amigo: ¿qué tipo de gobierno tendríamos con un PRI que llega al poder ganando en las urnas? Me parece que la respuesta dependería de la fuerza que tuvieran en las próximas elecciones. Una victoria apretada los dejaría en una situación más endeble y creo, por tanto, que serían más cuidadosos de no cometer tantos abusos de poder. Por el contrario, una victoria apabullante los dejaría sin muchos contrapesos políticos pero, sobre todo, tocados de arrogancia, lo cual elevaría la probabilidad de engolosinarse con el poder, cometer más abusos y tropelías, justificándolas con respuestas cínicas.

De hecho, no hay que esperar a que el PRI gane para que esto ocurra.  Ya está sucediendo por la fuerza que demuestran en las encuestas. Y me refiero al escándalo del crecimiento de la deuda de Coahuila cuando fue gobernada por el hoy dirigente nacional del PRI: Humberto Moreira. En otro país, un asunto de este tipo ya hubiera significado la renuncia de este político a esta posición clave en el partido que va arriba en las encuestas. Primero por los montos de crecimiento de la deuda en ese estado que nos remite a las épocas en que los presidentes Echeverría y López Portillo endrogaron al país para financiar una francachela populista, deudas que todavía estamos pagando. Y segundo porque el endeudamiento en Coahuila presuntamente se realizó de manera fraudulenta, lo cual es un abuso de poder que debería ser castigado jurídica y políticamente. A final del día, ¿quién es el responsable de este escándalo? ¿Acaso no tuvo nada que ver el entonces gobernadorHumberto Moreira?


Desde luego que sí. Sin embargo, el líder del PRI, en lugar de asumir la responsabilidad que le compete, lo niega e incluso se burla. Cuando la prensa le pregunta si va a dejar el cargo como dirigente del tricolor,Moreira responde que “no habría por qué” e incluso dice que él es el “ofendido en esto y que está interponiendo una denuncia”. Afirma que hay “una campaña muy clara para golpearlo” y repite que no se va porque “la decisión de la permanencia no la tiene un periódico, radio pasillo, o lo que diga chiquidrácula, perdón, Ernesto Cordero”. Esa es la respuesta del ex gobernador. ¿Chacota o cinismo? ¿Actitud responsable o arrogante? ¿Es eso lo que nos espera si el PRI regresa con legitimidad democrática y gran fuerza en las urnas?

Quizá. Y la culpa la tendríamos nosotros, los electores, por permitírselos. Por no reaccionar frente a los abusos de poder que salen a la luz pública. La realidad es que el caso de Moreira no le ha hecho ni cosquillas a las preferencias electorales del tricolor en las encuestas. De acuerdo con la publicada ayer en Excélsior, levantada por Ulises Beltrán en octubre, la hipotética candidatura de Peña Nieto a la Presidencia hoy tendría entre 55 y 65% de las preferencias electorales. Se trata de una victoria apabullante. Sospecho que Moreira se da el lujo de actuar así, mofándose y haciéndose el ofendido, porque cree que nada ni nadie parará al PRI en su carrera hacia Los Pinos; que, por tanto, no hay necesidad de rendirle cuentas a la ciudadanía. Y, nosotros, los votantes, precisamente les estamos mandando ese mensaje a los priistas en las encuestas: que el PRI no debe preocuparse por los abusos de poder de su dirigente nacional.

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